
Ayer andaba Cupido por mi barrio.
Que no se crea que yo me hablo con mucha gente... Todo el vecindario rumoreaba y me enteré, tremendo alboroto por este púber que está bastante crecidito -diría mi abuela-, para seguir usando esos pañales de tela con chiripá y alfileres de gancho. Todo un cheto Cupido, totalmente vintage.
Es de imaginarse que entre todas las treinteañeras solteras y las divorciadas..., mis expectativas eran completamente inexistentes, secundarias. Entre las de mi edificio nomás me mandaban al fondo del orden de méritos. ¿Me voy a preocupar si esperé tantos años? Seguro vuelve el año que viene para esta época y ahí sí: antes voy a ir a la peluquería, bajaré los tres kilos y medio que me sobran (y que no me arrepiento de haber hecho a puro porrón con maní) y de paso me aseguro de estar preparada para una relación...
Con este pibe mitológico sobrevolando -bueno, apenas levitaba- la escuela del Centenario,
En fin, el muchachito agitaba esa manito tan blanca dentro de la bolsa y yo, en ese mismo instante, me doy cuenta que mi actitud debía ser otra. Cupido, San Valentin, el ángel del amor andaba por mi barrio y lo hacía porque me había llegado el momento.
Me quería morir... ¿por qué me interesaba hacerme la indiferente con semejante acontecimiento, si yo era la primera que pondría mi cuerpo ante un flechazo perdido de este querubín? Mientras el personaje me miraba y me decía: “con que vos sos gretel, mirá vos…”, seguía revolviendo el morral que colgaba del hombro y que parecía estar lleno de chucherías, así como mi cartera. En ese instante cambié la onda y me arreglé un poco el pelo juntándome las mechas que siempre me quedan sueltas, me di cuenta que mi atuendo no podía ser peor, claro, si estaba yendo a la farmacia del barrio nomás a comprar un antiácido. Comencé sonriendo y diciéndole que vivo en la otra cuadra desde hace un año y que a pesar del viento era un hermoso día ¿no debe ser fácil volar con este viento, no? Bueno, cualquier cosa podés pasar por casa y tomar unos mates o un jugo de naranja porque me imagino que los ángeles no toman alcohol, digo, se me ocurre…
Cupido encontró al parecer lo que buscaba: una cajita en forma de rectángulo envuelta en un papel con ribetes rojos. Inmediatamente me hice la cabeza: será una pócima que al tomarla me predispondrá al amor, o una esencia que al inhalarla me brotará el enamoramiento y como arte de magia aparecerá alguien en mi vida… Los nervios me mataban arrollándome el estómago, ¡de verdad me había llegado el momento!
San Valentín me extendió el paquete respondiéndome a mi sonrisa fervorosa y volvió a decirme: así que vos sos Gretel… ¿me hacés el favor de darle esto a Hansel?