jueves, 12 de febrero de 2009

A propósito de San Valentín


Ayer andaba Cupido por mi barrio.

Que no se crea que yo me hablo con mucha gente... Todo el vecindario rumoreaba y me enteré, tremendo alboroto por este púber que está bastante crecidito -diría mi abuela-, para seguir usando esos pañales de tela con chiripá y alfileres de gancho. Todo un cheto Cupido, totalmente vintage.

Es de imaginarse que entre todas las treinteañeras solteras y las divorciadas..., mis expectativas eran completamente inexistentes, secundarias. Entre las de mi edificio nomás me mandaban al fondo del orden de méritos. ¿Me voy a preocupar si esperé tantos años? Seguro vuelve el año que viene para esta época y ahí sí: antes voy a ir a la peluquería, bajaré los tres kilos y medio que me sobran (y que no me arrepiento de haber hecho a puro porrón con maní) y de paso me aseguro de estar preparada para una relación...

Con este pibe mitológico sobrevolando -bueno, apenas levitaba- la escuela del Centenario, la Avenida Rivadavia parecía Cholulandia, la última vez que habían estado tan enfurecidos y fanáticos fue cuando Tinelli estuvo en el Mayorazgo. Como sea, yo muy tranqui y superada subí unas cuadras como yendo a la facultad y cuando iba por la rotisería, el angelito se me viene encima como las avispas que andan en la playa del Thompson. “¿Así que vos sos gretel?” -me pregunta-. Y yo seguía quitándole importancia –nunca creí en estas boludeces-, por eso asentí sólo con la cabeza. El espectro empezó a revolver una especie de bolsa de cuero dorada que cargaba al hombro, como la que hemos visto que lleva las flechas, pero sin arco. De todos modos, ya no dispara. Creo que ahora arroja gases tipo lacrimógenos y balines de goma -todo legal-.

En fin, el muchachito agitaba esa manito tan blanca dentro de la bolsa y yo, en ese mismo instante, me doy cuenta que mi actitud debía ser otra. Cupido, San Valentin, el ángel del amor andaba por mi barrio y lo hacía porque me había llegado el momento.

Me quería morir... ¿por qué me interesaba hacerme la indiferente con semejante acontecimiento, si yo era la primera que pondría mi cuerpo ante un flechazo perdido de este querubín? Mientras el personaje me miraba y me decía: “con que vos sos gretel, mirá vos…”, seguía revolviendo el morral que colgaba del hombro y que parecía estar lleno de chucherías, así como mi cartera. En ese instante cambié la onda y me arreglé un poco el pelo juntándome las mechas que siempre me quedan sueltas, me di cuenta que mi atuendo no podía ser peor, claro, si estaba yendo a la farmacia del barrio nomás a comprar un antiácido. Comencé sonriendo y diciéndole que vivo en la otra cuadra desde hace un año y que a pesar del viento era un hermoso día ¿no debe ser fácil volar con este viento, no? Bueno, cualquier cosa podés pasar por casa y tomar unos mates o un jugo de naranja porque me imagino que los ángeles no toman alcohol, digo, se me ocurre…

Cupido encontró al parecer lo que buscaba: una cajita en forma de rectángulo envuelta en un papel con ribetes rojos. Inmediatamente me hice la cabeza: será una pócima que al tomarla me predispondrá al amor, o una esencia que al inhalarla me brotará el enamoramiento y como arte de magia aparecerá alguien en mi vida… Los nervios me mataban arrollándome el estómago, ¡de verdad me había llegado el momento!

San Valentín me extendió el paquete respondiéndome a mi sonrisa fervorosa y volvió a decirme: así que vos sos Gretel… ¿me hacés el favor de darle esto a Hansel?

jueves, 5 de febrero de 2009

Vacaciones con amigas



Esos últimos días en la oficina, antes de salir, te ponés a pensar y sonreís como una tonta… ya te las imaginás, más enfiestadas que nunca y preparadas para que todo fluya…
Una serie de mails: “cosas que tenemos que llevar”. El listado suena a lo imprescindible: bolso de playa, lona, conservadora, vasos, abrelatas, secador de pelo, falgós,… La verdad es que lo hice rapidísimo y muy motivada. De todas maneras pensás: nada que olvidemos va a opacar esta aventura…


Y si, laburás todo el año, estudiás porque querés un trabajo mejor, es obvio que necesitás vacaciones… y vacaciones efectivas.


Las más efectivas para una mujer que pasó los veinticinco, soltera y sin compromisos son las vacaciones con amigas. La actitud desde el principio es placentera… armar el bolso ya sabiendo cuáles son las pilchas que no vas a usar, pero se te ocurre que otra las puede aprovechar y –ya fue- más de la mitad estará de más… ¿y qué?


Salimos a media noche porque es mejor no viajar de día, horas dormidas es tiempo ganado. Y llegás a la terminal y las ves, tan felices y relajadas, nunca fueron tan puntuales antes de un viaje (a pesar de lo catedráticas en corrida de colectivos), nunca sintieron el bolso tan liviano (a pesar de toda la ropa por las dudas y las botellas cuidadosamente acomodadas para que no sufran). En ese instante es cuando sabés que algo inolvidable está por pasar y que son ellas con quienes recorrerías el mundo a dedo, porque cada movimiento es anecdótico.


Lo mejor de todo es que el tiempo pasa y no estás alterada y lo peor es que lo hace muy rápido. Deberíamos dormir menos pero volvés de bailar y estuviste toda la tarde en la playa, alta alcoholemia… la cama te pide más y encima el hospedaje está bueno…


Nos despertamos y ¿cómo puede ser que te parezcan tan lindas con esas caras de tren fantasma? Es que estás de vacaciones con amigas y todo es poético, hasta derramar Cola Cola en el cuarto de hotel te emociona (en otras circunstancias… ¡Cuánto putearías!).


En la playa, el mundo puede venirse abajo que mientras tengamos bebida, es el paraíso. Ahí es cuando pensás: ¿esto es realidad o estoy por despertarme sentada frente a la computadora de mi trabajo…? Nada es un sueño, estás con las chicas de vacaciones y por más que te mueras deseando que el placer no termine… sí lo hace.


Te das cuenta en tu casa, cuando no podés levantarte de la cama por la amargura, el bajón que te aplasta y ese bolso que no querés desarmar para no llorar.


Un día, dos… ves las fotos, extrañás a las chicas y las llamás, querés volver, que esto se repita pero… lo inolvidable no se repite, es único, irreproducible.


Las vacaciones con amigas son un batacazo de arte: tiene colores auténticos, música perfecta, te sentís importante y sólo nosotras podemos interpretarlo y darle el valor de cada acorde, de cada pincelada lograda con poca plata y mucha pila.