martes, 5 de enero de 2010

No me puede pasar

Hay gente que podríamos decir que la vida le ha jugado tantas malas pasadas que a esta altura están curtidos de saberes de la calle y del mundo, que todo lo que les suceda será para rescatar el lado bueno y seguir creciendo en tanto humanos. Estos sujetos emanan experiencia, un talento natural para dar con las palabras justas y minimizar algunos avatares que “no son para tanto”.

Otros han sabido vivir airosos y sin mayores complicaciones, para éstos está hecho el mundo.

Pero también tenemos otro grupo que, en líneas generales, han gozado de buena fortuna y sin embargo, son las pequeñas cosas las que les alteran la existencia. A éstos, el mundo los mira con cara de lo que es –un tipo cruel, misógino y elitista- y les dice: “tenés suerte pero ya veremos hasta dónde, jua jua jua (risa conspiradora)”.

Casualmente, éste es mi equipo. Y digo casualmente porque no creo ser tan mala persona como para merecerlo ni que mis padres estén malditos. Es como que las pequeñas cosas –esas que a Serrat le han dejado un tiempo de rosas- tienen algo contra mí y me dejan unos bajones regulares que “te los regalo”. Esto significa: si algo sucede en algún lugar y yo estoy cerca, mi imán natural lo atraerá y lo peor de todo es que no me matará dejándome en paz, sino que siempre sobreviviré para contarlo y ser el hazme-reir de la gilada, que siempre sale ilesa de todo.

Para ser más gráfica intentaré recobrar eso de lo que ni me quiero acordar, pero en situaciones más genéricas e impersonales.

Cae un objeto del cielo, de una casa, una piedra de una cascada, un pedazo de hueso, una bolsa de basura de un edificio… justo cuando mi cabeza está en posición de amortiguarlo.

En los boliches, siempre he ligado las piñas perdidas, las puertas que repentinamente se abren… al punto que luego de mi lamento, entre multitudes, nadie pregunta quien fue el que “ligó de rebote”, todas las fichas van para mí. Antes de preguntar, llamar a emergencias.

Lo mismo ese escupitajo con doble flema que sale direccionado al vacío pero llega a mi zapatilla en movimiento para darle un tono de verde moco a la pipa nike. Y no hay nada más lindo que un gallo del corral de otro.

¿Qué otros ejemplos dar? ¿Que un anciano andrajoso me pegó por no responderle inmediatamente el saludo? ¿Que en una semana todos los electrodomésticos se complotaron contra mí? ¿Qué amanecí con una familia de alacranes durmiendo en mi cama?

Mi premio es tener la facultad de olvidarme tan rápidamente las cosas al punto de no saber si me pasaron a mí o si son las historias de amor, de locura y de muerte de Horacio Quiroga. Lo que sí sé, es que me conviene desnaturalizar las buenas rachas porque en cualquier momento, zás, se me da vuelta la canoa… y se me enreda un camalote en la pierna que me arrastra hasta depositarme justo ahí donde va a parar la contaminación y los peces muertos. Para putear toda una tarde y luego contarlo en una rueda de chistes.

Lo atractivo de mi vida es que, gracias a la desgracia, no alcanzo a aburrirme.

2 comentarios:

Makinis dijo...

muy bueno gre! Aunque sabes q en nuestro pequeño grupo de elite, hay gente muuuuuuuuuuuuuuuuucho mas salada.
tu fan always..

Gretel dijo...

Lo sé! Lo mío es apenas un condimento...