¿Quién no ha querido estar alguna vez en la cabeza de una
estrella de rock? ¿Quién no ha querido por un instante sentir a través esa piel
que ha experimentado lo que ha deseado, ver mediante esos ojos encandilados por
los flashes, recapitular en esa memoria que ha sobrevivido a los excesos, dar
vuelta una guitarra o un piano con esas manos que desaparecen en la escena o
hablar con esa voz que puede susurrar o hacer sucumbir multitudes?
Como en el film de Spike Jonze “¿Quieres ser John Malkovich?” yo quisiera habitar unos segundos en
el pellejo de David Bowie, esa estrella de rock con excentricidades de bestia
pop, que muy pocos reconocen su trascendencia y que en un sólo disco nos invita
a recorrer varios mundos posibles.
Bowie es el símbolo de una época, es la vanguardia de los
70’s, es la ciencia ficción desde el rock, es la estampa arriesgada de la moda,
la figura andrógina que puso en crisis estereotipos del establishment pero, sobre todo, es la representación de la libertad
en la crítica. Como yo, muchos hoy en día, anhelan ser por unos segundos un
sujeto libre –talentoso y británico o no-, ya que habitamos y somos parte de
una sociedad que juega una carrera para generar ataduras y domesticarnos en el bajo presión y no es fácil estar por
fuera, desafiarla, hacerle crisis y romper con ella.
No existen las condiciones de posibilidad de estar en esa
piel, de ser un incomprendido en el espacio o ponerle precio al universo; ni de
guerrear como Furyo o de reinar a los duendes… Sin embargo, Bowie es eso que
los idealistas adoramos y que nos dispara el fugaz tintineo de una estrella en
la era del ocaso de los íconos, cuando subimos el volumen de Perros de diamante.
1 comentario:
Gretel, aunque nunca fué de mi agrado, reconozco en bowie ese espíritu vanguardista (nunca lo veremos mezclarse entre la multitud como uno mas), y por su estereotipo híbrido lo identifico mas con el público femme, prefiero ponerme bajo la piel de Jagger! Besos y muy linda entrada
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